Hay que morir en el ciclo profundo de los huesos,
en los calcáreos residuos
que garantizan el progreso,
en las tarsas edificaciones
que bajo la occipital visión nos ampara.
Hay que morir en el cálido refugio placentario,
en la umbilical garantía
del sabor hereditario,
en el ancestral grito
que nos bienviene al nacer.
Hay que morir en la transfiguración del personaje,
en el antifaz útil
que requiere el camuflaje,
en las tablas de la tarima
que intercambia una persona por otra.
Hay que morir en la rugosa humedad del capullo,
en la antesala olvidada
del anterior espacio tuyo,
en el ágil mariposear
de las alas dignas de tu altivez.
Para que vuelvan los huesos al personaje
y la placenta al capullo:
Hay que morir para nacer otra vez.
Engel Salazar Aguirre
20 de junio de 2013.
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