jueves, 20 de junio de 2013

Hay que morir.



Hay que morir en el ciclo profundo de los huesos,

en los calcáreos residuos

que garantizan el progreso,

en las tarsas edificaciones

que bajo la occipital visión nos ampara.



Hay que morir en el cálido refugio placentario,

en la umbilical garantía

del sabor hereditario,

en el ancestral grito

que nos bienviene al nacer.



Hay que morir en la transfiguración del personaje,

en el antifaz útil

que requiere el camuflaje,

en las tablas de la tarima

que intercambia una persona por otra.



Hay que morir en la rugosa humedad del capullo,

en la antesala olvidada

del anterior espacio tuyo,

en el ágil mariposear

de las alas dignas de tu altivez.





Para que vuelvan los huesos al personaje

y la placenta al capullo:

Hay que morir para nacer otra vez.



Engel Salazar Aguirre
20 de junio de 2013.

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